Cuando Kyrie Irving dijo que «meter 50 por partido no es una expectativa poco realista» no era una de sus ‘locuras’. Un aviso a navegantes. El base de los Brooklyn Nets encadena partidos fuera de lo común, con una de sus grandes habilidades, la gestión de los minutos finales, como filón imparable. En una de las ‘plazas’ en la que fue gigante, la Bahía de San Francisco, otra muestra más de lo que tiene entre manos.

Existen pocas imágenes que definan más y mejor la NBA moderna y la carrera de Irving que aquel séptimo partido en Oakland ante los Golden State Warriors de las finales de 2016. El base hizo magia y abrochó una remontada histórica. Mucho ha llovido, pero el australiano sigue dando recitales en la Bahía cuando la bola quema.

Ahora son en San Francisco, y allí los Nets remontaron a los Warriors con una lección final del ’11’. Puso por delante a su equipo con 1:20 en el reloj con un inmenso 2+1 tras tiro en suspensión. Añadió una asistencia para triple abierto de O’Neale y tumbó definitivamente a los campeones con un rebote defensivo, falta y dos tiros libres. Total de 38 puntos, 7 rebotes, 9 asistencias, y un magnífico 12/22 desde el tiro -5/7 en el triple-.

Los Nets toman vuelo tras ese ‘shock’ por la ausencia de Kevin Durant. Firman 29 victorias y 17 derrotas, y siguen generando un equipo que en torno a Irving crece. «Hicieron un gran trabajo a mi lado. Siento que son capaces de dibujar varias jugadas. Driblando a la defensa, buscando una canasta de dos o triple. Y cuando O’Neale estaba abierto confié en él, creía que era el mejor tiro para el equipo y se la pasé. Por suerte, entró», explicó Irving al finalizar.