Un asesino en serie que violó, asesinó y lanzó los cuerpos de 14 hermosas jovencitas a profundos piques mineros, en el Norte Grande de Chile
Egdo Lameda.-
Corresponsal Chile
Las lágrimas aún mojan las finas arenas del desierto de Atacama y se confunden con el mineral de cobre que brota de sus entrañas. El dolor de muchas madres es el eco que retumba en lo alto de su extensa geografía y se devuelve como boomerang de norte a sur en todo el territorio chileno.
Es el lamento de un pueblo ante un trágico acontecimiento, que se llevó la vida de 14 hermosas jovencitas y que marcó para siempre a muchos hogares en el país austral.
Hemos hurgado en el pasado para contar la aterradora historia del psicópata de Alto Hospicio, un hombre que violó y asesinó a inocentes chicas, que subieron a su taxi bajo engaño, emprendiendo así un fatídico viaje sin retorno.
La cruenta historia se remonta a la década de los noventa. Muchas personas en Chile habían comenzado a emigrar desde sus localidades de orígenes hacia el norte del país, en busca de mejores oportunidades laborales.
Una de ellas sería Julio Pérez Silva, un hombre marcado tal vez por su entorno familiar, ya que su padre era un alcohólico, violento por demás.

Su infancia y juventud transcurrieron en la localidad de Puchuncaví, región de Valparaíso, de donde es originario. Después de contraer matrimonio tuvo dos hijas, pero tiempo después se separó de su esposa y entabló una nueva relación sentimental, al lado de una mujer que tenía tres hijos.
A mediados de los años noventa, Perez Silva se traslada a la ciudad de Iquique. Allí entabla una nueva relación sentimental con una mujer 14 años mayor que él, según refiere la página web www.guioteca.com.
Poco después, Julio Pérez Silva renunciaría a su actividad laboral. Su nueva compañera le ayudó a comprar un auto para iniciar así otra forma de generar ingresos.
Conjeturas equivocadas
A partir de este momento muchas jovencitas comenzaron a desaparecer sin dejar rastros que permitieran conocer sus paraderos.
Sin embargo, las autoridades locales restaron importancia a los desapariciones, llegando incluso a poner en tela de juicio la reputación de todas estas chicas, muchas de ellas estudiantes de educación básica y media.
El portal meganoticias.cl en un trabajo especial publicado el 3 de octubre de 2021, recoge las declaraciones del intendente de Tarapacá, para la época, Jorge Tapia.
«Todas ellas han tenido serios problemas familiares, no quieren volver a sus hogares. Es el momento de decirles que deben volver y que nosotros vamos a darles todo el apoyo de distintos niveles de instituciones que pueden ayudarles a salir de los distintos problemas que puedan tener».

La autoridad, al parecer, se hacía eco de los rumores que circulaban en aquella localidad, que referían que las chicas habrían escapado de sus hogares tras confrontar problemas de drogas y, en el peor de los casos, que habían salido del país a prostituirse.
Sin embargo, las familias afectadas por las desapariciones sabían que esto carecía de fundamento. Las madres conocían muy bien a sus hijas por lo que nunca aceptaron estas conjeturas que enlodaban la reputación de las inocentes criaturas.
La primera víctima
Graciela Montserrat Saravia, de 17 años, se convirtió en la primera víctima de este hombre, en septiembre de 1998. La información que reposa en la la página web www.guioteca.com señala que Julio Pérez Silva subió a su auto a esta chica y más tarde la estaría asesinando a orillas de una playa.
La golpeó con una piedra en la cabeza hasta causarle la muerte. Posteriormente dejó su cuerpo en el lugar y huyó sin ser detenido, a pesar de que fue visto por unos pescadores cuando estacionaba su auto en ese sitio.
Además habría dejado caer el suelo un elemento de interés criminalístico. Se trataba de una medalla con el logo del equipo de fútbol de la Universidad de Chile, que le había regalado su compañera de vida.
El adiós
Muchas mujeres en Alto Hospicio despidieron en las puertas de sus casas a sus hijas, sin imaginarse que sería la última vez que las verían con vida.
El recuerdo de sus mochilas colgadas en sus espaldas, serían algunas de la imágenes que quedarían en la memoria de estas mujeres cuando las vieron marchar a sus centros de estudios.
Más tarde comenzaría la angustia y desesperación en algunos hogares con el transcurrir de las horas, los días, los meses y hasta los años.
Tras la muerte de Graciela Montserrat Saravia, vino una seguidilla de acontecimientos casi similares, con la diferencia de que el autor de los hechos comenzó a ser más cuidadoso con los detalles para no dejar evidencias que lo comprometieran.
Así pues, en noviembre de 1999, Macarena Sánchez, de 13 años, se cruzó en el camino de este psicópata, quien se ofreció a llevarla a su centro de enseñanza. Después de abusar de ella, bajo amenaza, Perez Silva le ató sus manos y la llevó hasta un pique minero de más de 200 metros de profundidad y allí la arrojó.
Mucho tiempo después, las experticias médico forenses y los interrogatorios desarrollados por los investigadores, darían cuenta de que esta joven estaba viva y consciente al momento de ser lanzada al profundo agujero.
Después vinieron Sara Gómez y Angélica Lay, de 23 años. Una «suerte» similar corrieron Laura Zola, de 14; Patricia Palma, de 17; Catherine Arce, Macarena Montesinos y Vivian Garay, de 15.
Luego abusó sexualmente de una chica de 16 años, a quien se le identificó como Maritza. Esta pudo escapar de su atacante. Tras ser llevada a un hospital de la localidad, le tomaron muestras biológicas del agresor para tenerlas como pruebas de comparación.
A sabiendas de que había cometido un error similar a cuando inició su escalada actuación criminal, Perez Silva, no se detuvo.
Puso sus ojos en otra hermosa chica, a quien se identificó como Bárbara N, de 15 años. Este sería el último de sus abominables hechos.
El psicópata de Alto Hospicio la secuestró cuando se dirigía a su centro de estudios. La llevó hasta un paraje solitario del desierto. Luego de saciar sus bajos instintos, la golpeó en la cabeza con una pesada piedra y arrojó su cuerpo en una fosa poco profunda.
Al creer que estaba muerta se retiró de la escena del crimen, dejando atrás a la persona que pondría fin a esta pesadilla. La chica sobrevivió. Y no sólo eso, pudo salir del hoyo y caminó durante varias horas por el desierto, bajo el sol inclemente y las elevadas temperaturas.
Finalmente, Bárbara fue encontrada deambulando y socorrida el 4 de octubre de 2001. Ese día aportó todos los detalles del hecho a los funcionarios que conocieron del caso.
Los datos entregados por la joven llevaron a los investigadores a detener ese mismo día a Julio Pérez Silva, quien negó los cargos que se le imputaban, pero no aguantó la presión a la que fue sometido y soltó su lengua.
Comenzó reconociendo los hechos y posteriormente fue narrando uno a uno los crímenes cometidos.
Luego llevó a los investigadores hasta los sitios donde violó, asesinó y se deshizo de los cuerpos de sus víctimas. Más tarde sería enjuiciado y condenado a cadena perpetua.
En la actualidad, Perez Silva permanece recluido en el centro penitenciario Colina 1, en la región Metropolitana de Santiago. Desde su detención solo ha recibido la visita de una mujer, quien llegó a manifestar, en un reportaje, difundido por Tele 13, estar enamorada de este hombre, pues mantuvo con él una relación sentimental en Puchuncaví, antes de ser el monstruo en el que se convirtió.
En Atacama quedó sembrado el dolor. En Alto Hospicio las huellas de un cruel episodio. En Tarapacá el sufrimiento de un pueblo y en Chile la historia más oscura que criminal alguno haya cometido.
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El Pepazo