Brasil está indisimuladamente ilusionada con el Mundial, quizá más que nunca desde la conquista de 2002. Argumentos hay de sobra para creer en la tan ansiada sexta estrella, que se resiste desde 20 años atrás: el desbordante talento, la perfecta mezcla de veteranos y jóvenes, el gran ambiente que se respira en el vestuario… y, por encima del resto, las sensaciones que desprende su indiscutible estrella, Neymar. Es su momento, además con el aliciente de marcar a partir de hoy (20:00 h.) ante Serbia tres goles y batir el mítico récord de 77 (95 para la CBF) de Pelé…
Hace no tanto, con la fulgurante irrupción de Vinicius, incluso se debatió quién debía ocupar el carril izquierdo del ataque y quién sería el futbolista más determinante en Qatar. Esas dudas son a estas alturas unanimidad: Neymar, como es lógico, es señalado el referente de una plantilla citada con la gloria. Los análisis internos y externos apuntan a que ha alcanzado el punto necesario e idóneo de madurez, quizá obligado por la cercanía de la Copa del Mundo, y no hay mayor prueba de ello que su arranque esta temporada.
Ni en 2017, cuando dejó el Barcelona por el PSG, ni en 2018, ni en 2019, ni en 2020, ni en 2021 había registrado las estadísticas con las que se asoma a Qatar. Suma 15 goles y 12 asistencias en 20 partidos, concretamente en 1.624 minutos; es decir, produce un tanto de media cada 60,14 minutos. Ni Kylian Mbappé (19+5 en 1.675 minutos) ni Leo Messi (12+14 en 1.657), otros dos bichos con ambiciosas aspiraciones y la flechita para arriba en Doha, le superan.
El inconformismo de Neymar
Neymar sabe lo que es celebrar con su selección, no en vano fue protagonista absoluto del histórico oro olímpico en Río 2016, muy valorado en su país por cuánto se había resistido. En aquel torneo, Ney lució la cinta de capitán, marcó cuatro goles y repartió tres asistencias en seis partidos, ganándose a una afición que no le quita el ojo de encima. Sin embargo, siente que tiene una deuda pendiente con los Mundiales.
También destacan el apego sentimental, como es tradición en Brasil, de Neymar con la Copa del Mundo. «De niño lo vivía con locura, de forma muy intensa y con una alegría enorme», explican. Desde este jueves, con Serbia delante, puede cumplir un sueño más vivo que nunca. En él confían Tite, unos compañeros que le idolatran y elogian en cada rueda de prensa, una hinchada entregada y hasta los medios.
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El Pepazo/Marca